Sara estaba esperando a que llegase la primavera. Se dio cuenta entonces de que se pasaba la vida esperando. Cuando era pequeña esperaba que terminase el verano para volver a la escuela. En la escuela esperaba que terminasen las clases para poder ir a pasear al parque, esperando con ansias las vacaciones. Después, cansada de esperar a ese hermano que nunca llegaba decidió que se dedicaría a esperar hacerse mayor. Fue una larga espera y mientras tanto empezó a hacer una lista con todo lo que esperaba conseguir cuando por fin llegase ese momento. Pasaron los años y por fin se había hecho mayor. Entonces olvidó en que cajón había guardado la lista con las cosas que debía esperar cuando fuese mayor, así que se dedicó a esperar a que alguien la quisiese, esperando que alguna vez sonase el teléfono mientras esperaba que la fueses a buscar. Esperó también para tener hijos, esperó a ahorrar el dinero suficiente para poder hacer aquel viaje, esperó dejar de estar sola.
Sara se había cansado de esperar a que su perro Blas dejase de olisquear entre las flores para seguir junto a él su paseo para el que siempre esperaba a que diesen las cuatro y media de la tarde. Así que se desvió del camino acercándose a las vías. Sara, sentándose entre los raíles había tomado una decisión, por fin iba a dejar de esperar cosas. Pero antes, tenía que esperar hasta que pasase el próximo tren.