viernes, febrero 25, 2005

Que me coma el tigre

Caminaba tranquilamente sin salirse del sendero pese a que la carretilla pesaba unos cuantos kilos. Era la segunda vez que miraba el reloj en el último cuarto de hora y parecía que el tiempo no pasaba, quedaba aún tiempo de sobra para llegar puntual a la hora de la comida. Como ya era habitual un grupo de jovencitas esperaban cuchicheando frente a la jaula. Alberto tenía mucha fama entre las chicas, era según decían, el cuidador más atractivo y valiente si hacíamos caso a todas las historias que contaban de sus años como aventurero en África. Él sabía que era el animal que más las atraía. Además ese día soleado estaba especialmente de buen humor. Por eso comenzó a sonreír y sin dejar de mirar a las chicas comenzó a cantar “yo lo quiero es que me coma el tigre, que me coma el tigre...” mientras abría la jaula. Justo en ese momento Shanga rugió fieramente. Alberto no paró de correr hasta la salida del zoológico